martes, 3 de junio de 2008

Gabriela Arias Uriburu



Yo siento que se lo llevo el poder a mis hijos, y no quiero enfrascarlo en el patriarcado ni en el matriarcado, yo considero que estamos en un mundo que aun reina el patriarcado y que la mujer esta tomando no poder, esta tomando fuerzas pero también tengo que decir que la mujer es la que educa a los hijos en el podes, que quiero decir con esto que la mujer es la gran digamos, la que traspasa esto del patriarcado con los hijos. Así que tenemos que hacernos cargo también de eso, ósea las mujeres es la dadora de la cultura patriarcal, estamos en un camino donde considero, y esto lo digo porque yo soy fiel ejemplo de eso, que hay que amalgamar el poder femenino con el masculino.
El femenino no tiene que ver con el masculino y el masculino no tiene que ver con el femenino, los dos necesitan amalgamarse para constituir un planeta o una tierra en este planeta, que conspire a nuestras familias o a nuestros hijos, a nuestras naciones, a nuestras tierras, en conjunto.
Esto que yo digo no es tan utópico, yo lo estoy llevando a cabo en la historia de mis hijos y puede hacerse en la medida en que la mujer no deje de ser quien es y que llegue a donde tiene que llegar, con su femenino en plena potencia igual que el hombre.
El poder es una, es un, es un lugar de doble filo, ehhhhh, en la medida en la que uno tome poder para servir al otro o para servir ehhhhh, es un poder que va ayudar a todos y, pero si ese poder se toma con la ambición de ocupar y de hacerse propietario o dueño de ese lugar de ese poder es un poder que va a destruir, durante todo estos años yo tuve el poder que construye a un lado y el que destruye en el otro, el que destruye me iba diciendo como tenia que construir y termino hoy diciéndoles teniendo siete años y medio de travesía que el poder mas maravilloso que tiene el ser humano es el poder del amor.
Yo no soy una mujer que tiene poder para, yo no tengo el poder para llamar al Rey de Jordania, en este momento y decirle, ey encontrémonos que tenemos que hacer algo por nuestros niños en el mundo, empezando por Karim, Sahira, y Sharif, pero si tengo el poder de tocar las puertas y pedirle a los mandatarios que se reúnan por mis hijos y por todos los niños del mundo.
Ahora cual es el poder que me mueve a mi, es el poder del amor, y este es el que ha hecho que yo no me volviera loca, el poder que ha hecho que pudiera sufrir todas las transformaciones necesarias para poder en cada viaje llegar a mis hijos u abrazarlos en ese poder tan maravilloso que es el poder del amor, es el poder que hoy me embiste frente a mis hijos y frente al mundo, y el que va marcándome una, algo muy profundo en la humanidad que va diciendo: "si ella pudo, yo puedo, si ella pudo estar como esta y luchar como lucho por sus hijos, yo voy a poder con mi cáncer, yo no voy a poder con la muerte de mi hijo".
Cuando uno se va de esta vida no se lleva ni el auto...ni el sillón de Rivadavia, ni hasta el tratado del niño, sino cuanto pudo amar... El poder del alma, el poder del ser...
Cuando el ser humano llega a saber que el poder que tiene adentro es el amor nada lo puede parar.
Creo que estamos en un milenio donde las mujeres se nos esta dando la oportunidad de tener ese poder, pero cual es que tenemos que tomar, esta es la primer pregunta. La segunda es cual es el poder masculino o el femenino, la respuesta yo no la voy a decir , la van a tener que buscar, a mi nadie me las dio, ehhhh, y sino vallan y vean a los antropólogos...
El poder no es uno ni el otro.
Otra de las cosas en este milenio es que las mujeres nos tenemos que sentir cómodas con el poder.
Ese lugar que debe ocupar la mujer en el mundo, es un lugar donde no se renuncie a la ternura a ser mujer, donde no existe el patriarcado ni el matriarcado.
El camino de la mujer no es un camino que se hace hacia fuera y cuando uno logra encontrarse adentro esto así, y el poder no se conquista afuera sino se hace presente adentro, esto que yo digo se lo digo en mi acción y en mi presencia a mi hija Sahira cada ves que nos vemos en Jordania.
Sharif, me enseño que el corazón es insecuestrable.

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